La homisida

 La homisida

*.-La historia que no acaba; parte de mi vida

*.- Pasó hace más de 30 años…

Corría el año de 1984. Trabajaba en el periódico de Ernesto Caballero Vela, ULTIMA HORA, que por mucho tiempo marcó la agenda de otros, incluso, que Trópico, La Verdad de Guerrero y La Opinión. Recuerdo que un sábado, día de descanso en el diario, anduve pululando por el Zócalo, aquel que era de adoquín rojizo, bancas y más árboles…

De pronto, en encontré en la ociosidad, sin amigos, sin nadie; era alrededor de las 8:00 de la noche y opté por meterme al cine a ver una película que me recomendaron, se llamó “Amor en las Rocas”, con el actor y cantante Neil Diamond. Entré al cine Salón Rojo, que en aquél entonces tenía permanencia voluntaria.

Entré a una función que estaba a punto de finalizar. A obscuras, me acomodé en la parte alta. Cualquier butaca estaba bien, estaba semivacía la sala. A los pocos minutos terminó la función y se encendieron las luces, y en mi afán de acomodarme, me topé con una edición del periódico nacional Unomásuno.

Como trabajador de periódicos (ya había trabajado en La Opinión, de Juan López, y en Época, de Manuel Velasco) me dispuse a hojear las notas principales del periódico, pero al poco tiempo se apagaron las luces. Comenzaba la película que ansiaba ver y escuchar, pues la canción “Amor en las Rocas” estaba de moda, así que doble el diario de tamaño standar, que en aquél entonces aún utilizaba las ocho columnas.

Tras la función, enfilé caminando hacia mi domicilio, ubicado en la calle Cerrada de Artículo 123, llevando conmigo, bajo el brazo, la edición del Unomásuno. Al llegar, me senté en una hamaca y me dispuse a saborear una copa de brandy, Presidente era la marca.

Vi los cabezales de las notas principales, de deportes, de espectáculos. Deje al final los artículos de opinión. La verdad, no los entendía mucho. Cuando repasaba la sección mencionada, observé un título que me llamó poderosamente la atención: LA HOMISIDA.

._ Ahhh, qué pendejos (pensé). ¡Cómo es posible que un periódico nacional tenga este tipo de errores, y en un cabezal!

Por curiosidad, empecé a leer la narrativa. Era un cuento. Durante los tres o cuatro párrafos de inicio, ¡nada extraordinario! Dijera una amiga, pero llegué a un punto en que decía: Coger, de chivito en precipicio, de a perrito, el misionero…

._Ahhh chingao, me dije, y empecé a volver a leer la nota desde su principio.

DESPECHO, IGUAL A TRAGEDIA

Tras varios tragos de la copa, misma que volví a llenar, empecé a disfrutar de la lectura amena, quién sabe de qué autor…

Narraba que una joven de apenas 18 años tenía varios meses de haber empezado a trabajar con un escritor de libros, de aquellos que se sentían dramaturgos consagrados. Era arrogante, pedante y soberbio. Pero con el roce diario y cercano, terminaron haciéndose pareja. Para poder ubicar a la protagonista, sin que hiera susceptibilidades, le pondremos Lady.

La joven Lady andaba a todo lado con el escribano, y era común que se reunieran en la zona rosa de la Ciudad de México para tratar diversos tópicos con otros artistas dedicados a la lectura, a la poesía, a escultores, a músicos, a cantantes, la mayoría, fracasados. Al lugar le decían “La Mesa Redonda”.

En la narrativa, la Lady exponía que tuvo sexo con su tutor de diversas formas: apasionadamente, salvaje y hasta tierna. Pero la pasión terminó. Salieron mal, se pelearon y hasta la madre se mentaron. Ella, despechada, decidió vengarse, y la mejor manera era meterse con los amigos del escritor.

TIRO POR LA CULATA…

Lady puso su plan en práctica. Acudió a “La Mesa Redonda” y con su belleza y juventud, rápidamente enamoró a otro escribano, a quien dejó que le hiciera lo que quisiera y cómo pudiera.

Luego vino la “cruda realidad”. A Lady no le supo a nada extraordinario traicionar a su ex. ¿Para qué? ¿Qué chiste?

Tratando de olvidar ese mundo que no era el suyo, con el paso de los días, buscó trabajo de otra cosa…

Un día caminaba por la alameda cuando observó un letrero en un local de laboratorio de análisis clínicos que decía: EXAMEN DEL SIDA GRATIS, Lady se cuestionó y se dijo: ¿Por qué no? Y entró al establecimiento.

A los pocos días fue por el resultado, que resultó: ¡¡¡POSITIVO!!!

¿CATOLICO?

Con tal noticia, Lady, aún incrédula, lloró y lloró su desgracia. Y cuando la calma llegó, cuando analizó la situación, se dijo a sí misma. “Esto me lo van a pagar. No importa quién, pero me voy a desquitar de todos”.

Así fue. Enamoró a actores, escultores, literatos, poetas, músicos, cantantes, periodistas y hasta payasos que supuestamente hacían arte. ¡Agarró parejo!

Luego de varios meses de haber iniciado su venganza, la Lady empezó a sentir los estragos del sida y comenzó a tener fiebres fuertes, diarreas y otras enfermedades… El fin se acercaba, pero se reía de la poca vida que le quedaba, y narró:

“Los hombres son una especie despreciable. Muchos de ellos no debieron ni siquiera haber nacido. Me alegro haber contribuido a exterminarlos”, señaló.

Además, agregó, son soberbios, creídos y sienten que se merecen todo. Y contó algunas de sus venganzas…

.- El escritor Paco (que en realidad se llamaba Pascasio) era malo para coger. Le gustaba la pose del Misionero, y para acabarla, luego, luego se venía.

.- A José Ángel, el poeta, le gustaba ponerme de chivito en precipicio. Llegue a caerme de la cama porque el pendejo me empujaba fuerte.

.- Un actor fracasado que se hacía llamar Johnny Rivers, tal parece que era católico, pues antes de hacerme el amor, se aseaba y hacía una ceremonia a la belleza, pero además, para mamar, se hincaba…

.- También hubo el depravado. Un promotor cultural que se decía “El Águila”, con quien tras echarnos varios whiskys me dijo: “Prepárate, lo vamos a hacer de tortuguita”. Y me dijo que metiera debajo de una mesa de centro (chica), en pose de “cuatro”, y tras de penetrarme, me golpeaba en la cabeza para que reculara…

.- No faltaron los masoquistas. Los que después de coger se ponían a llorar, recordando que habían engañado a la esposa.

“De todos ellos y otros más, me desquite. Después de que me cabalgaban, que me sobajaban, que me humillaban, me iba al baño, me bañaba y con el labial escribía mi sentencia: BIENVENIDO AL MUNDO REAL DEL SIDA, para después huir”.

Así se despedía Lady, sabiendo que pronto pagaría sus fechorías…

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